Lumières d’été

 

Había en Une jeunesse allemande, el primer largometraje del director francés Jean-Gabriel Périot, una aproximación a un hecho histórico desde la imagen producida en ese mismo periodo. A través de imágenes de archivo montaba todo un discurso narrativo para explicar e indagar en las causas y consecuencias de la RAF. En su segunda película, Périot continúa volviendo la vista atrás, pero esta vez desde una ficción que enmascara un gusto exquisito por el acercamiento a la realidad desde un prisma casi documental. Lumières d’été sigue los pasos de Akihiro, un director japonés afincado en Francia que vuelve a su país natal para realizar un documental sobre la bomba atómica de Hiroshima. La cinta se abre con el doloroso testimonio de una superviviente, que pesa como una losa sobre la conciencia de las nuevas generaciones pero a la vez muestra una paradoja: lo escuchamos, nos conmovemos, pero la necesidad de recuperarlo no hace más que confirmar lo fácil que es olvidar el pasado, la imposibilidad de sentir el mismo infierno. Quizá por ello Périot prefiere en este caso enfrentarse al duro recuerdo de Hiroshima desde el relato oral y la memoria formulada desde el presente para reivindicar un ejercicio que vaya más allá del simple hecho de contarlo para tener la conciencia tranquila. Esta idea de la responsabilidad colectiva frente al recuerdo del pasado está muy presente a lo largo de todo el metraje. Especialmente tras el encuentro fortuito con Michiko, con quien emprenderá un viaje por la ciudad recorriendo sus calles, deambulando por los parques, descubriendo el mar… Y en todos estos lugares conocerán a distintas personas que les demostrarán que, pese a ser una ciudad viva en la que indudablemente la vida continúa, la conexión con el pasado es permanente. La mejor manera de definir a Lumières d’été es justamente como un viaje iniciático abierto y sin rumbo, empujado por la necesidad de descubrir, de hablar y de reflexionar. La sencillez con la que Périot envuelve su narración ayuda a convertir lo cotidiano en transcendental sin caer en la pose intelectualizada. Akihiro va poco a poco descubriendo a la misteriosa Michiko y siente una necesidad imperiosa de seguirla allá donde va. Michiko, por su parte, se deja llevar por todo lo que le rodea para sentir el peso del pasado como presencia que impregna todos los espacios. De este modo, lo que empezaba como una atracción física, intelectual y accidental va mutando en una especie de fábula fantasmagórica en la que la memoria actúa como uno de esos antepasados que, según la tradición japonesa, se aparecen a las familias en la fiesta de los ancestros. Aunque, en este caso, a la hora de recordar los horrores del pasado, todos pertenecemos a la misma familia.

 

Victor Blanes Picó
El antepenúltimo mohicano
Septiembre 2016
www.elantepenultimomohicano.com/2016/09/festival-de-san-sebastian-criticas-monstruo-viene-a-verme-frantz-as-you-are-lumieres-dete-porto-pinamar.html